Alguien gritó.Y el pasajero que era un caballero se bajó del carruaje al reconocer su nombre en boca de un muchacho joven y apurado, que jadeaba y recuperaba el aire perdido. Este joven explicó al caballero que debía acompañarlo, pues su amigo (del caballero) lo había enviado.
-Vamos pues. Guíame a su laboratorio, que no recuerdo donde se encuentra -respondió el caballero-.
Y así, el caballero pospuso su viaje por un par de semanas.
Se dispuso a seguir a su desconocido guía por un largo rato en el cual casi no cruzaban palabra. No es que se cayeran mal mutuamente, más bien el problema era que como pertenecían a diferentes ámbitos sociales, no tenían muchos temas en común.
El Sol ya se estaba ocultando y la noche caía negra, imponente y abrumadora sobre la ciudad. Sin embargo, no era la oscuridad lo que tenía preocupado al caballero desde hace un cuarto de hora, sino el hecho de andar caminado durante más de dos horas. Cuando el silencio y la negrura se hicieron tan notorios y ásperos, que molestaba la ausencia de ruidos y la poca iluminación de las tenues luces de los faroles; el caballero rompió en dos al silencio y con su garganta seca exclamó:
-¿Qué pasa, acaso has equivocado el camino?
-Ahora que lo pregunta, creo que hace una hora o más, lo he perdido.
- ¿Y por qué, si se puede saber, recién me dices lo que ya sabías?
-Porque usted no me pregunto acerca de lo que creía.
-¿Y como demonios iba yo ha presentir lo que suponías? Mira, mejor cortemos esto por lo sano y no empecemos un pleito vano. ¿Tienes idea de como salir del laberinto en qué nos has metido?
-No, ni la más mínima.
El caballero en medio de su nerviosismo prendió un puro que tenía, mientras intentaba recordar un camino que en su memoria se había difuminado. Al cabo de unos minutos se acordó donde había un hotel donde pasar la noche y reemprendió el camino junto a su "guía". Allí, cenaron y durmieron. Al día siguiente, reemprendieron la marcha y pudieron llegar al laboratorio a media mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario