La Ruleta
I
Hay una ruleta girando
no sabe que estación elegir.
¡Hay tantas!
Gira con fuerza y
cae en la primera:
Hay un cielo de colores pasteles,
un bello arcoiris y una explanada incierta
llamada Tierra.
En el horizonte
se vislumbran montañas y cumbres soberbias e imponentes;
pero aún así,
una mirada profunda y fugaz las hace trizas
¡Menos que cenizas!
Y aparece como por arte de magia
el País de las Sombras,
la única alma: Un sauce llorón
de raíces frondosas
y piel curtida por la lluvia incandescente.
II
La ruleta da vueltas nuevamente
y el suelo inerte de esta sombría dimensión se desploma
y el tren llega al submundo; en sus vidrios está el presente y
el boleto (escondido) del recuerdo.
¡Oh travesía llena de luces psicodélicas que cegan la mente!
El cuerpo, tendido sobre una sábana de pliegues confusos
El cuerpo, esponja y sal, de naturaleza dual; está empapado de vinagre...
cobra vida de IMPROVISO!
cobra vida de IMPROVISO!
y se quita las gafas de sol...
III
Hay un horrible abismo a sus pies,
una grieta insalvable
llena de lava granate.
Cielo de luto,
con tormentas
y los rayos iracundos de Zeus.
Un diluvio rápido e inconcluso,
el sollozo frío del algodón celestial.
¡Otoño!
Oh fúnebre mensajero,
hay un caramelo oculto en la pupila recóndita
de tus ojos,
pero yo solo veo...
más sombras que faroles.
¡No me culpen!
Escasean las velas...
La ruleta ha avanzado mucho,
es inmensamente rica;
descompuesta y sin el brío de antaño
hace un esfuerzo sobrehumano y...
Gira.
IV
Aterriza en Utopía,
pasea por la cálida playa,
duerme bajo la sombra de palmeras tropicales,
(arma un castillo)
y posa la mirada en
las rocas, que perduran.
El sol está en lo alto,
alegre y majestuoso.
Es generoso,
da a la arena color y calor
la arena se los cede al hombre.
El hombre susurra,
el viento goza el suspiro, se retuerce
y juguetea inquieto, cual niño.
El viento envía a su hermana la brisa,
que envuelve la carne y penetra
que envuelve la carne y penetra
dulcemente el espíritu, como si fuera
un soplo fresco de eucalipto.
V
El hombre se baña en cascadas de luz,
encuentra lentes de cristal y
escala la colina.
Llega a la cima
y tropieza con unas llaves.
Sigue el amplio sendero claro
de jazmínes y nomeolvides.
Se acerca a unas puertas doradas,
voltea y ve su ruleta
convertida en Fénix.
VI
Hace buen uso de las llaves,
descorre el pestillo y por fin
descubre que la ruleta
ha llegado a buen puerto.
Tira el ancla
y se estaciona en ese vastísimo,
magnífico mar y
el hombre,
al fin,
sonríe satisfecho
(con un rostro de ensueño,
completamente risueño)
y de - sa - pa - re - ce . . .
Bajo los arcos de la
ÚNICA ESTACIÓN PERFECTA.
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